Cuando faltan menos de 100 días para la fecha señalada, una brisa de encogimiento de hombros parece inundar Londres. Pero, ¿no tienen ganas los londinenses de ser los anfitriones de tan prestigioso evento deportivo? Parece ser que no.
¿Excitado por los Juegos Olímpicos de este verano? Durante la mayor parte de mi vida he esperado con anticipación los años bisiestos, fundamentalmente porque son años Olímpicos. Pero este año es distinto, porque por primera vez las Olimpiadas se van a celebrar en la ciudad en la que vivo.
Es más: se celebrarán en el barrio de la ciudad en la que vivo. Exactamente, hay 4,62 kilómetros desde la puerta de mi casa hasta el Parque Olímpico. Cuanto más cerca tengo los Juegos en el tiempo y el espacio, más los temo.
En este sentido soy como la mayoría de los londinenses. La semana pasada vivimos un hito significativo: 100 días para la celebración de la ceremonia inaugural, el 27 de julio.
La brisa generada por el encogimiento de hombros colectivo de los habitantes de la ciudad probablemente se pudo sentir en París, la ciudad a la que ganamos el honor de acoger los Juegos de 2012. Los organizadores de las Olimpiadas tienen un grave problema en su ciudad anfitriona: la indiferencia y cierto terror no son un terreno en el que se puede cultivar excitación.
Para mí, lo mejor de los pre-Juegos fue cuando me llegó al buzón la publicidad de un agente inmobiliario de la zona que decía que podría sacar entre 4.000 y 6.000 libras por alquilar nuestro piso de dos habitaciones durante las Olimpiadas. Eso fue en otoño.
Mis vecinos decidieron hacerlo, y anticipándose a su fortuna, llevaron a sus hijos a disfrutar de las vacaciones de su vida durante tres semanas en medio del invierno a Goa. Todavía están esperando a que el agente inmobiliario encuentre a alguien que quiera alquilar su piso, mientras los intereses se acumulan en las tarjetas de crédito que usaron para pagar el viaje a la India.
Anécdotas como esta se suman al sentimiento en general negativo cuando Londres 2012 se convierte en tema de conversación alrededor de una mesa o en los pubs. La BBC ha intentado analizarlo y ha creado una lista con las 10 buenas razones por las que algunas personas temen las Olimpiadas.
Estoy de acuerdo con algunas: el caos en el transporte, por ejemplo. Londres apenas puede soportar su volumen regular de trabajadores y residentes. The Guardian ha informado que las autoridades municipales de transporte están intentando reducir el tráfico normal entre el 50 y el 60 por ciento en estaciones de metro clave de Londres durante los 17 días que duren las Olimpiadas.
En los días más intensos de la competición podría haber hasta 3 millones de usuarios extra del transporte público.
La única gran infraestructura nueva de transporte es el tren Javelin, que circulará entre King’s Cross/ St. Pancras y el Parque Olímpico en Stratford, una distancia de 11,27 kilómetros urbanos densamente poblados que se recorren en 7 minutos.
Cada hora 25.000 personas serán transportadas de un lado a otro en esa línea. Pero la cuestión es que King's Cross/St. Pancras es la estación de metro más concurrida de Londres. Imaginad 25.000 personas por hora tratando de pasar por Times Square o Penn Station en Nueva York. Te hace sentir un poco claustrofóbico, ¿no?
Pero aparte de la logística hay unas profundas razones culturales por las que los inminentes Juegos Olímpicos no tienen a los londinenses saltando de alegría.
La burla es una característica británica. Los londinenses llevan en la sangre burlarse de este tipo de evento gigantesco. De hecho, la BBC lleva dos años emitiendo una comedia llamada “2012” . Es una sátira descarnada, protagonizada por Hugh Bonneville, conocido como Lord Grantham en “Downtown Abbey”, sobre los burócratas intentando terminar las obras de los Juegos a tiempo.
Es lo más lejano que pueda haber a la propaganda, pero al mismo tiempo su tono de guasa es una manera interesante de generar interés por el evento.
Por otra parte, el comercialismo extremo es parte de la vida en esta sociedad consumista, pero hay cosas que se consideran fuera de límite: la monarquía, por ejemplo. Los Juegos Olímpicos, en opinión de muchos, deberían de ser menos descaradamente comerciales; pero la única manera de que Londres pudiera acogerlos era asegurando dinero.
La gente que acuda a las Olimpiadas se bajará y se subirá a los trenes y buses en Stratford, un barrio degradado en la parte oriental de la ciudad. Después tendrán que caminar por un recién estrenado centro comercial en Westfield (1,88 millones de pies cuadrados de tiendas), antes de llegar al Parque Olímpico.
A los londinenses les encanta ir de compras, pero hay un momento y un lugar para todo. Además, el omnipresente “branding” corporativo va en contra de las tradiciones culturales. Lo británico es ahora una parte menos importante que antes en la vida cultural de la capital, pero todavía existe.
Michael Goldfarb, Londres (Reino Unido) | GlobalPost
Los londinenses sin muchas ganas y Madrid ya lo lleva intentando tres veces, pese al coste que eso supone y en una ciudad con una deuda de 7.000 millones de euros... ¿Hasta cuándo tenemos que aguantar estos caprichos?
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