"Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir". Podría ser la disculpa de un niño a su madre. O de un hermano a otro. O de un abuelo a su nieto. Estas tres frases han salido hoy del ámbito de lo familiar -pedir perdón, reconocer el error y hacer propósito de enmienda- para ser pronunciadas por un rey.
No sobra ni falta nada. Quien haya elegido estas palabras (que no tiene por qué ser obligatoriamente el rey) lo ha hecho a conciencia. No ha sido espontáneo, están medidas al milímetro. Lo que dice, y cómo lo dice. Una gestión de crisis que, aunque muy muy tarde, es de sobresaliente.
Primero: el escenario. Interior del hospital. Pasillo aséptico. Y en vez de la marabunta de periodistas y cámaras que llevan desde el sábado montando guardias interminables, sólo un periodista y un cámara: un equipo de Televisión Española (más un fotógrafo), que luego ha cedido las imágenes gratuítamente al resto de medios. Espacio controlado, pues, sin nada que pudiera enturbiar el mensaje. De hecho, después, el coche real (aunque con los cristales medio bajados y el saludo de rigor) no ha parado ante las decenas de informadores que le esperaban las puertas del centro médico.
Segundo: la aparición. Llega el rey (así, en minúsculas, desde el último cambio normativo de la RAE ), con muletas pero andando con soltura. Soy capaz de valerme por mí mismo, parece decir, ya estoy bien. Puedo ponerme al frente del país. Don Juan Carlos lleva, además, una llamativa corbata roja, con chaqueta oscura y pantalones claros, que le da un aire algo juvenil y fresco.
Tercero: la pregunta. El Rey se para en el punto acordado, frente al equipo de Televisión Española. Y el periodista lanza la pregunta. ¿Está pactada?, ¿o no?. No lo sabemos. Pero es significativo que, sabiendo que sólo tenía una oportunidad, el periodista no vaya directamente al grano ("majestad ¿qué opina de las críticas de estos días.... ?"), sino que utilice una fórmula de cortesía ("¿Cómo se encuentra?") en la que dependes únicamente de lo que te quiera contestar la otra parte, y que se usa como introducción amable y educada cuando sabes que vas a poder preguntar más cosas.
Cuarto: el discurso. Primero, y es de manual, se da las gracias. "Agradezco al equipo médico y a la clínica cómo me han tratado". Después, el deber. El monarca tarda apenas cinco segundos (es su segundo mensaje) en hablar de su deber como rey "Estoy deseando retomar mis obligaciones", como diciendo: ahí voy a estar, al pie del cañón, trabajando para todos los españoles; es mi trabajo y es lo que voy a hacer. Estas dos primeras partes del mini-discurso las pronuncia de manera más aséptica. Pero ahora viene lo mejor.
Su tercer mensaje es el más importante, el que abre todos los informativos, el que pasará a la historia. Tras su "...deseando retomar mis obligaciones", don Juan Carlos hace una pausa, mira hacia el suelo como cogiendo fuerzas, levanta la vista y la fija en un punto (hasta ese momento sus ojos habían ido vagando de un lado a otro) para lanzar el mensaje de contrición "Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir".
No sabemos hacia dónde miraba, ni a quién se imaginaba que se lo estaba diciendo, pero esas tres frases, tan ensayadas, tan preparadas, tan medidas (esas frases de un niño pillado en falta), las dice el monarca con tanta convicción, con tanta pena, con esa carita de señor de 72 años triste y agotado, que han conseguido lo que se quería: que una parte importante de los españoles empatice con el rey, que incluso llegue a sentir cierta lástima ("pobrecito, si es que está mayor, míralo"), y le perdone o rebaje en muchos grados su nivel de indignación, que estos días ha alcanzado cotas nunca vistas.
No sabemos tampoco lo que le habrá costado a don Juan Carlos pronunciar esas palabras, pero tras diez días horribles (como si el guión de lo ocurrido lo hubiera escrito el mejor de los escritores de culebrones) esta tarde el rey ha conseguido dar la vuelta a la tortilla. Y es de lo que se trataba, ¿no?
¿Por qué nos tenemos que creer que no volverá a ocurrir? Ya hubo polémica con la cacería que realizó en Vólogda, al norte de Moscú, en la que "mató de un solo disparo" a un oso amaestrado llamado Mitrofán que había sido previamente emborrachado con un cóctel de miel con vodka. Después de aquello, ahora nos enteramos de la caza del elefante y los ñus porque se ha roto la cadera, pero de seguro que ha habido muchas más cacerías…
Esas últimas frases escritas con el color de la sangre-espero que de ningún otro elefante u oso- me parecen crueles. ¿Y por qué NO vamos a creer que no volverá a ocurrir?, ahora toca olvidarse de todo lo que el Rey ha hecho en las últimas décadas, de lo bueno y solo toca recordar las otras "cacerías".Sinceramente no creo que este sea el final que merece.Estoy de acuerdo en que su responsabilidad es mucho mayor que la de cualquiera de nuestros "padres" que al ir cumpliendo años hay que reñirlos como a los niños pequeños , Él es el Jefe del Estado, si debe pasarle a su hijo el "bastón" de mando que así sea, pero mucho me temo que detrás de TODO, las voces que chillan lo que buscan es acabar con una institución - (sí ya sé cuánto nos cuesta al año) que ha desempeñado su papel durante más de 30 años.
ResponderEliminarA lo mejor escribo esto en un momento en el que más que al Rey veo a un padre y me molesta la falta de humanidad de las personas. http://www.almendron.com/tribuna/10206/el-gran-papel-desempenado-por-nuestra-monarquia/
Vaya por delante que la Monarquía española siempre ha tenido mi respeto y mi simpatía. He apoyado la labor institucional que ha contribuido, en momentos convulsos, ha dar una estabilidad mucho más difícil de conseguir por otras vías. He valorado la función de representación que ejerce y estoy segura de que ha mediado, con discreción, en una cantidad de asuntos que desconocemos. Pero esta disculpa me ha dejado un sabor agridulce. Y es que yo no sé todavía por qué se disculpa: ¿por no haber informado?, ¿ por no haber seguido las recomendaciones de sus médicos que le indicaron que el retroceso de las armas de caza es perjudicial para su pulmón tras la extirpación del nódulo?, ¿de admitir regalos privados de esa magnitud ignorando quién es y a quién representa?, ¿ de su falta de coherencia con su propio discurso de Navidad?, ¿de su poca sensibilidad hacia la situación económica y social tan delicada de sus súbditos?, ¿de hacerse acompañar públicamente desde hace años por una persona que no es su esposa, la Reina, y que, curiosamente ha trascendido en la prensa internacional a la vez que la información del accidente?, ¿ de matar animales por el simple placer de hacerlo siendo cómo es presidente de honor de una organización que los defiende con tanto prestigio?... Le reconozco con honores toda su labor, pero me ha decepcionado profundamente. Una cosa no excluye la otra, o por lo menos, no lo suficiente. Así también ha debido considerarlo él cuando se ha visto obligado a pronunciar esa disculpa, sin precedentes, con ese punto de niño que ha sido cogido en una travesura. Y esas tres frases, pronunciadas de forma meditada en un entorno tan estudiado a mi no me sirven para nada, de momento. La decepción siempre viene acompañada de falta de credibilidad. Es muy triste que una persona de su edad y condición, con toda la trayectoria histórica que lleva a sus espaldas, tenga que pasar en este momento de su vida por una reválida. De nuevo.
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