El premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, defendió “la alta cultura” como valedor de la libertad y la democracia, también arremetió contra el "conformismo" y la pasividad de los intelectuales y artistas en la vida política, durante una conferencia impartida en el Instituto Cervantes de Madrid. La cita con Mario Vargas Llosa no podía ser mejor reflejo de lo que denuncia en su ensayo, La civilización del espectáculo (Alfaguara, 2012).
Mientras la ciudad se detenía frente al televisor por el partido entre el Real Madrid contra el Bayer de Munich, Vargas Llosa logró que dos salas del Instituto Cervantes se abarrotaran con más de un centenar de personas para escucharle a él dialogar con el filósofo francés Gilles Lipovetsky.
Durante la conferencia, Vargas Llosa defendió la tesis que recorre su ensayo. El peligro de que la Cultura –con mayúsculas y como se entendía en términos canónicos- sea arrasada por las industrias del entretenimiento, una nueva forma de cultura efímera y que adormece las mentes.
“El entretenimiento puede convertirse en la columna vertebral de la cultura y eso está pasando con el beneplácito de los responsables culturales”, dijo el escritor hispanoperuano.
En este sentido, reclamó el valor de la lectura de grandes de la literatura como Proust, Kafka, Tolstoi o Joyce, autores que, según detalló el Premio Nobel, le enriquecieron la vida y le enseñaron “a entender mejor” la política. “Yo defiendo el capitalismo, pero creo que la mejor manera de contrarrestar el egoísmo y la soledad que crea es tener una vida cultural que llene el vacío espiritual”, añadió Vargas Llosa.
Así, defendió a la alta cultura, “que no las elites”, como garantes de la libertad contra el totalitarismo. En este sentido, dijo que la falta de aprecio a la sensibilidad de las grandes obras culturales, como la literatura de Proust, explicaría, por ejemplo, los rebrotes del nazismo, la violencia sexista o la xenofobia.
“No se puede leer a Proust, Kafka o Tolstoi sin entender que el mundo está mal hecho, que el mundo real es mediocre comparado con esas grandes obras. Cuando cierta gente dice que Joyce es inservible, ese pensamiento es peligroso”, apostilló el escritor.
Vargas Llosa no solo reclamó la función de la alta cultura en pro de conservar el interés por las grandes creaciones artísticas, sino que también mostró gran preocupación por el actual “conformismo y resignación” de la clase intelectual y artística en la vida política y cívica.
“Uno de los fenómenos más inquietantes es la desmovilización de los artistas e intelectuales en la vida política. La pasividad significa el desplome de las instituciones democráticas”, dijo.
Y luego, dejó una pregunta en el aire: ¿Cómo puede vivir una democracia sin la participación de la gente más creativa y con más imaginación?
“Cuando Proust, Rembrandt o Wagner estaban creando sus obras, estaban trabajando por la libertad”, sentenció Mario Vargas Llosa.
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