Vivimos
en una hemorragia de puntos suspensivos. No exagero. Entre los emails, los
estados de Facebook, los tuits y los WhatsApps, este signo vive su gran
revolución. Nunca antes lo habíamos necesitado tanto.
Para
empezar, digamos que son tres los puntos suspensivos. Ni dos ni cuatro. Se
escriben así: ...
Lo
digo porque nos consta que ha habido intercambios de SMS entre la élite de este
país -el presidente de Gobierno y el señor Luis Bárcenas sin ir más lejos- en
los que se han tecleado cuatro puntos suspensivos. Pero hoy nos ocupa la
popularidad de los puntos suspensivos en la cháchara digital sin fin en la que
vivimos casi todos.
Este
artículo de la revista Slate se preguntaba las razones por nuestra repentina
pasión por escribir cosas como: Hola ...
y quedarse tan ancho esperando una respuesta.
Según
el autor, hemos adquirido definitivamente "el mal hábito de los puntos
suspensivos".
Antes
de escribir este post me he sometido al productivo ejercicio de revisar los
últimos Whatsapps enviados y recibidos y, efectivamente, la profusión de puntos
(también de signos de exclamación, que será asunto de otro post) es
impresionante. En el caso del periodista de Slate contó 48 puntos suspensivos
en sus últimos chats con un saldo de cero oración finalizada.
Todo
queda en suspenso después de unos puntos suspensivos.
Y
al parecer de eso se trata, y no por otra cosa nos hemos aficionado a estos
puntitos. Es mucho mejor insinuar nuestras posturas con una cómoda indefinición
que dejar las ideas claras y cerradas con un contundente punto final. De
repente la expresión "y punto" ha perdido todo su significado.
Como
segunda parte de su experimento el redactor de Slate, que por cierto se llama
Matthew J.X. Malady, se dedicó a enviar mensajes a sus contactos usando puntos
suspensivos sin orden ni concierto. Mensajes absurdos que terminaba con unos aún más absurdos
puntos suspensivos. Envió mensajes a su madre, a su mujer y a varios amigos.
Para su sorpresa nadie mencionó el sin sentido de los signos, y todos se
sintieron obligados a hacer como que entendían el críptico significado que
supuestamente se escondía tras los puntos suspensivos.
"Nadie
me replicó: '¿De qué estás hablando?', 'No entiendo nada' ó '¿Podrías darme más
información?'. Por supuesto, no hicieron ninguna mención a los puntos
suspensivos. Parecería que cuando nos comunicamos entre amigos o gente de
confianza todos asumen que tienen suficiente contexto para entender nuestros
enrevesados pensamientos y lo que queremos dar a entender con unos puntos
suspensivos. Los receptores de los mensajes tienden a hacer como que todo está
bien".
Es
decir, nadie quiere aparentar que no está en el ajo. Y unos puntos suspensivos
son como un guiño cómplice, un "tú y yo sabemos de lo que hablo".
Pero
mi versión es que los puntos suspensivos han triunfado en la era digital porque
como dicen en Slate, "ofrecen la atmósfera totalmente opuesta a la
claridad". Son los reyes de la ambigüedad y la indefinición.
Para
Clay Shirky, una mente preclara de los efectos de Internet en la sociedad,
profesor adjunto de la Universidad de Nueva York y todo un gurú digital, cree
que la abundancia de puntos suspensivos marca "un momento único e interesante del lenguaje escrito": el
que estamos viviendo. Shirky opina que usamos los puntos suspensivos para
reemplazar sonidos y gestos que supondrían una pausa en una conversación. Decir
por ejemplo: hmm.
"La
gente se comunica por los chats como si estuviera hablando y utiliza los signos
del lenguaje escrito para sustituir códigos de la conversación". "El
lenguaje oral se caracteriza por un flujo continuo con muchas pausas,
repeticiones, arrancadas en falsos, cambios de rumbo (...) Estamos intentando
usar el alfabeto y los signos de puntuación para reproducir una conversación, y
eso es difícil, así que tenemos que echar mano de los puntos suspensivos".
Hablo
con Miri Rodríguez, filóloga, perfeccionista de la gramática y gran amante de
los puntos suspensivos en sus chats, siempre que solo sean tres. "Tengo
dos grandes razones para adorarlos. Por un lado son la grafía del lenguaje no
verbal (uff, anja, ains, suspiros, miradas, abrazos), un intento de escribir lo
coloquial, lo informal, lo cercano, lo cómplice. Por otro, los uso en lugar de
la coma porque es más cómodo, para usar la coma hay que cambiar el teclado del
móvil".
Efectivamente
esos tres puntos imprimen más drama a la conversación, más intriga, más
movimiento. Algo que no siempre se puede conseguir con las palabras escritas.
Además, ¿quién tiene tiempo de poner por escrito todo lo que siente?
Hay
que añadir al argumento del señor Shirky que el lenguaje escrito se creó para
leer con una mínima concentración, mientras que estos signos ahora se están
empleando en una conversación que tiene lugar al tiempo que pasan otras muchas
cosas. La gente casi nunca chatea exclusivamente. Con o sin puntos suspensivos,
la vida es eso que pasa mientras uno habla por Whatsapp.
En
estas circunstancias surge con fuerza otro argumento a favor de los puntos
suspensivos: Sirven para saltarse a la torera todas las reglas de la gramática y
la sintaxis y hacerse entender. Evitar comas, puntos, letras mayúsculas ... Los
tres puntos suspensivos son abiertos y ambiguos y nos liberan de dar demasiados
detalles y aclaraciones. Si encima, el otro se va a dar por enterado para no
romper la complicidad, estamos ante el signo de puntuación perfecto para la era
digital.
"Las
conversaciones virtuales suelen ser breves e informales, por lo que nuestra
e-adicción a los puntos suspensivos refleja la tendencia global a la
informalidad: los emails se responden como promedio en seis segundos y en los
trabajos cada empleado cambia de tarea cada tres minutos. No parece que haya
mucho tiempo para explicaciones completas o conversaciones complejas que exijan mucha concentración". Así lo explica a la revista Slate Maggie Jackson, autora de Distracted:
The Erosion of Attention and the Coming Dark Age.
Mientras
que Nicholas Carr, finalista del Pulitzer por su libro The Shallows: What the
Internet is doing to our brains, cree que los puntos suspensivos triunfan no
tanto por la pereza de escribir como por la presión de ser conciso y rápido
en enviar un mensaje que va a ser leído con toda seguridad a toda prisa en un
teléfono o cualquier otro dispositivo móvil".
Como
vemos abundan las teorías para explicar nuestra querencia por los puntos
suspensivos. He comprobado que Yahoo Answer está repleto de consultas al
respecto y una rápida búsqueda en Google le llevará a disfrutar de tutoriales de
variado nivel sobre cómo usar los puntos suspensivos a su favor.
El
teólogo Michael Sacasas que ahora termina su doctorado en Textos y Tecnología
en la Universidad Central de La Florida ha escrito en su blog The Frailest
Things una especie de Manual de uso de los puntos suspensivos. Aquí va lo que
he aprendido leyéndolo:
Los
puntos suspensivos en Internet sirven para:
Indicar
que seguimos esperando algo más o que no está todo dicho en una conversación
Sustituir
el silencio incómodo que tendría lugar en una conversación cara a cara
Sustituir
el "bla bla bla", que indica aburrimiento e indiferencia
Como
pausa dramática, incluso con una intención de hacer reír al otro
Para
señalar un giro en la conversación o en el modo de pensar
Como
un salvavidas para pasar por encima de cosas que no queremos comentar
Para
comunicar vaguedad, vacilación, indefinición
Para
expresar ironía y "cierto desapego cercano al cinismo"
Para
evadir situaciones en las que uno tendría que definirse
Para
expresar "una atmósfera apática que no comprometa demasiado", típica
de las relaciones virtuales
Para
protegerse uno mismo de parecer un viejuno que se toma la vida demasiado en
serio
Para
resumir: los puntos suspensivos valen para un roto y para un descosido. Abuse
de ellos. Disfrútelos. Pero siempre de tres en tres.
Por Karelia Vázquez para El País
http://blogs.elpais.com/antiguru/2013/09/y-cuando-no-tengas-nada-que-decir-usa-los-puntos-suspensivos.html