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miércoles, 15 de febrero de 2012

Lo que quiero ahora

Será porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más sanos que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación –al menos la sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.
Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.
Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.
Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.
También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada. O todo.

Un cierto silencio: Ángeles Caso

3 comentarios:

  1. I like that very much.

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  2. Un discurso realmente enternecedor, de los que hacen a algunos seguidores -que leenen español pero no saben contestar en el mismo idioma "que les gusta mucho".Sí es precioso, pero son "palabras",pensamientos muy profundos que se quedarán en eso,con lo tremendamente fácil que sería si de verdad se siente loque se escribe renunciar a tanto materialismo .Ya me gustaría a mí comprobar que la señora Ángeles Caso optara por dormir de por vida en el suelo (por ejemplo).Cuánta hipocresía hay por el mundo para quedar bien ante unos lectores pero solo de puertas hacia fuera.Todos no queremos nada, no queremos nada con el amor de nuestra pareja e hijos y poco más nos basta pero LA REALIDAD ES BIEN DISTINTA .

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  3. Me ha gustado leer esta reflexión de Angeles Caso con ese punto de desilusión y tristeza al que llegas cuando comprendes que, al fin y al cabo, el mundo en el que vivimos está lleno de incongruencias, de brillos vacíos y falsos que dejan el cuerpo lleno y el alma hueca. Somos vanidosos y egoístas, somos imperfectos y vivimos en una sociedad desigual e injusta con los más débiles. Eso es cierto.
    Sin embargo, también hay un mundo generoso que entrega y comparte, también hay millones de personas en él que sobreviven a todas las miserias con una sonrisa, hay luchas y conquistas todos los días.
    Pero ella está triste. Supongo que con tres amigos gravemente enfermos y con las decepciones propias que inevitablemente vas acumulando con el tiempo, si te paras, sólo puedes ver el vaso medio vacío. Todos hemos tenido algún momento así.
    En realidad no es importante si ella dormiría en el suelo o no, seguro que haría todo lo posible por no hacerlo, como todos, lo importante es que nos dice, en mi opinión muy bien escrito, algo que ya sabemos: lo que de verdad nos hace sentirnos realmente grandes son los afectos de los que nos quieren y la capacidad para emocionarnos con ellos. A mi me agrada leer estas cosas de vez en cuando porque la rueda en al que giro todos los días va muy rápido… y se me olvidan. Para eso están los artículos de opinión.
    Y me encanta que tengas un seguidor que mantiene mi inglés “en alerta”... Soy de esa generación perdida del inglés, espero que la última, y cada vez que leo sus comentarios no puedo evitar sonreír… porque los entiendo.

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