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viernes, 29 de marzo de 2013

La serie sobre La Biblia

“Esta serie es una adaptación de historias de la Biblia. Su intención es ser fiel al espíritu del libro”. Estas palabras aparecen en el rótulo con el que se inicia la serie de History Channel, La Biblia, el fenómeno televisivo que, contra todo pronóstico, ha arrancado también con un rotundo éxito en nuestro país. Su estreno en Antena 3 reunió casi cuatro millones de espectadores y ganó a Gran Hermano. Anoche, la segunda parte, también fue líder con 19.7 por ciento de share y 3.279.000 fieles.
 
Aunque si analizamos con ojos críticos esta producción, es difícil imaginar que realmente haya querido ser fiel al espíritu de los sagrados textos. Es más, en ocasiones, parece que a los guionistas se les ha ido un poco de las manos el material que han adaptado…
 
De hecho, solo hay que atender al dato de que el creador de la serie, Mark Burnett, está curtido en formatos lúdicos, como La Voz o Survivor, para que no nos sorprenda un cóctel televisivo en el que, antes de guardar máxima fidelidad a las sagradas escrituras, se elige el atajo del show del espectáculo más efectista.
 
Así, se ve claramente la inspiración de esta ‘Biblia’ en actuales éxitos masivos como Juego de Tronos o Spartacus. Pero la Biblia no era Juego de tronos ni Spartacus, ni sus protagonistas lucían cuerpos sudorosos ligeros de ropa y con muchas horas de gimnasio. Muy a tono con la época, sí. El truco viejo e infalible de siempre para subir la audiencia del que, como vemos, tampoco escapa History Channel.
 
Narrada a través de una voz en off al estilo de un documental, como si Dios omnisciente nos lo contara todo, los capítulos se construyen, necesariamente, gracias a la ayuda de las amigas elipsis. No había otra posibilidad. Y es que comprimir la Biblia al completo en sólo diez capítulos de una hora es una misión imposible. El ritmo súbito y acelerado, por tanto, está presente en muchos pasajes.
 
Y esto no está mal como antídoto contra el aburrimiento, pero las prisas también van acompañadas de descuidos de forma y fondo que rozan la tomadura de pelo: por momentos el Arca de Noé se parecía más a un portaaviones de la armada norteamericana o el malvado Herodes llamaba más la atención por su sobreactuación crónica, digna de un teatrillo de la Noche de Fiesta de José Luis Moreno.
 
Mucho se ha hablado, también, de la anécdota del parecido de Satanás con el presidente Obama. ¿Casualidad? Seguramente. Aunque en los primeros capítulos chirriaron más los injustificabes rasgos caucásicos de Moisés, los ángeles Ninjas con capa roja, que recordaban una pelí sobre mafias asiáticas; la perfecta dentadura blanca y reluciente de los esclavos israelitas en Egipto, con limpieza bucal recién estrenada, o las rastas de un moderno Sansón que parecía que se iba a arrancar a cantar una de Bob Marley.
 
En el aspecto visual, no faltan los movimientos de cámara bruscos, planificados así, supuestamente, para dar un toque mayor de realidad a una puesta en escena muy elemental. En el resultado final de la producción no se aprecian en todo su esplendor esos 22 millones de presupuesto que ha costado. En algunos momentos, la puesta en escena parecía un decorado de cartón-piedra de un culebrón de tarde, y los efectos digitales no están a la altura de 2013.  Hasta la separación del Mar Rojo es más espectacular en Los diez mandamientos, una película de… ¡1956!. Al final, siempre nos quedará el cine clásico.
 
En definitiva, La Biblia, la serie, no ha estado a la altura de la Biblia, el libro más vendido del mundo. No era un reto fácil y el resultado no ha cumplido los pilares básicos de una ficción televisiva de primera línea.
Leído en lainformacion.com