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domingo, 19 de agosto de 2012

El espejo

Renato casi no vio a la señora en el coche parado al costado de la carretera. Llovía fuerte y era de noche. Pero se dio cuenta que ella necesitaba de ayuda, paró su coche y se acercó. El coche de la señora olía a nuevo. La señora pensó que pudiera ser un asaltante, él no inspiraba confianza, parecía pobre y hambriento.

Renato percibió que ella tenía mucho miedo y le dijo: “Estoy aquí para ayudarla madame, no se preocupe, ¿Por qué no espera en el coche que está más calentito? A propósito, mi nombre es Renato”.

El coche tenía una rueda pinchada y para colmo era una señora de edad avanzada. Renato se agachó, colocó el gato, luego cambió la rueda, quedando un poco sucio y con una herida en una de las manos. Cuando apretaba las tuercas de la rueda ella abrió la ventana y comenzó a conversar con él. Le contó que no era del lugar, que solo estaba de paso por allí y que no sabía como agradecer por la preciosa ayuda. Renato apenas pudo sonreír mientras se levantaba. Ella preguntó cuanto le debía. Ya había imaginado todas las cosas terribles que podrían haber pasado si Renato no hubiese parado para socorrerla. Renato no pensaba en dinero, le gustaba ayudar a las personas, ese era su modo de vivir. Y respondió: “Si realmente quiere pagarme, la próxima vez que encuentre a alguien que precise de ayuda, déle a esa persona la ayuda que ella precise y acuérdese de mi...”

Algunos kilómetros después la señora se detuvo en un pequeño restaurante, la camarera vino hasta ella y le trajo una toalla limpia para que se secase y le dirigió una dulce sonrisa. La señora notó que la camarera estaba con casi ocho meses de embarazo, pero la misma no dejó que la tensión y los dolores le cambiaran su actitud. La señora quedó curiosa en saber cómo alguien que teniendo tan poco, podía tratar tan bien a un extraño. Entonces se acordó de Renato. Después que terminó su comida, y mientras la camarera buscaba cambio, la señora se fue...
Cuando la camarera volvió no encontró a la señora pero vio algo escrito en la servilleta, sobre la cual había 4 billetes de 100 $. Le cayeron las lágrimas de sus ojos cuando leyó lo que la señora escribió, decía: “Tú no me debes nada, yo tengo bastante. Alguien me ayudó hoy y de la misma forma te estoy ayudando. Si tú realmente quieres reembolsarme este dinero, no dejes que este círculo de amor termine contigo, ayuda a alguien...”

Aquella noche, cuando fue a casa, cansada de tanto trabajar, se acostó en la cama, su marido ya estaba durmiendo y ella pensó en el dinero y en lo que la señora dejó escrito. ¿Cómo pudo esa señora saber cuánto ella y el marido precisaban de aquel dinero? Con el bebé que estaba por nacer el próximo mes, todo estaba difícil. Se quedó pensando en lo que había recibido y dio una gran sonrisa. Se volvió hacia su preocupado marido que dormía a su lado, le dio un beso suave y susurró: “Todo estará bien; te amo... Renato”.