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martes, 12 de agosto de 2014

El conflicto entre Palestina e Israel



Esta última semana se reactivaron los enfrentamientos entre los palestinos y los israelíes, lo que ha lanzado una serie de juicios criticando la injusta situación que viven los primeros y la crueldad e inhumanidad con la que han actuado los segundos. Pero… ¿de dónde surgió este conflicto? ¿cuál es el sentido histórico que tiene esta guerra?
 
Dentro del contexto del nacionalismo europeo del siglo XIX, el periodista austriaco Theodor Herzl, dio inicio a un nuevo movimiento conocido como Sionismo, el cual proponía la creación de un Estado judío en el territorio palestino considerado como el antiguo hogar. Estas ideas quedaron plasmadas en su libro Estado Judío (1897).
El movimiento sionista fue recuperado por grupos de judíos británicos, quienes empezaron a comprar tierras en Palestina promoviendo la migración masiva de los judíos de todo el mundo, lo que se intensificó cuando el Imperio Británico se anexó Palestina tras la Primera Guerra Mundial.
 
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, muchos judíos que se habían quedado sin hogar. Por las persecuciones nazis obtuvieron el apoyo de la ONU y de la URSS para instalarse en Palestina y para 1946 había cerca de 600 mil judíos en el territorio, casi todos de origen polaco y alemán.
 
En noviembre de 1947 la ONU decretó la división de Palestina en dos regiones de igual tamaño: una árabe y una judía. Sin embargo, el 14 de mayo de 1948 los británicos se retiraron del territorio y se fundó el Estado de Israel en contra de los designios de la ONU.
 
En apoyo a los palestinos, Egipto, Siria, Transjordania, Irak y Líbano invadieron a Israel, pero fueron derrotados por el nuevo Estado que expandió su territorio 50% más sobre la Palestina árabe. La ONU obligó a que se firmara un armisticio intentando detener las hostilidades, aunque el conflicto en realidad no se detuvo.
 
Las hostilidades volvieron a estallar en la Guerra de Suez (1956-1957). Ésta tuvo su origen en 1952 tras la toma de poder de Gamal Abdel Nasser en Egipto y la salida del Reino Unido del territorio. En 1956, el nuevo líder nacionalizó el Canal de Suez bloqueando el Golfo de Aqaba, ubicado entre Arabia Saudita y Egipto, atentando con esto contra los intereses del Reino Unido, Francia e Israel.
 
Las dos primeras potencias, anteriores dueñas del canal, se aliaron con los israelíes y declararon la guerra a Nasser, tomando la franja de Gaza, la península del Sinaí y el propio Canal de Suez. No obstante, un año después, Estados Unidos y la URSS mediaron el conflicto otorgándole a Egipto el control del Canal de Suez.
En 1964, se fundó la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), una coalición árabe política y militar. En 1967 volvió a estallar un nuevo conflicto conocido como la “Guerra de los Seis Días” (5 a 10 de junio). El enfrentamiento se dio entre Israel y la coalición árabe de Jordania, Irak, Siria y Egipto por el dominio de la Península del Sinaí.
 
El Estado israelí fue el vencedor y se quedó con la península, además de la Franja de Gaza, Cisjordania, todo Jerusalén y los Altos del Golán.
 
Sin embargo, la situación no se quedaría así y en 1973, egipcios y sirios volvieron a atacar con el fin de recuperar sus territorios perdidos. Este enfrentamiento se conoció como la Guerra del Yom Kippur, debido a que los árabes eligieron atacar en dicho día festivo, uno de los más importantes de la religión judía. Tras 20 días de continuos ataques, la ONU intervino en el conflicto y obligó a las dos fuerzas en pugna a firmar un acuerdo de paz.
Fue a partir de este momento que Estados Unidos empezó a intervenir directamente en la política israelí, pues el Estado sionista se volvió un fuerte aliado en una zona económica y políticamente estratégica, pues es donde están las mayores reservas de petróleo, colindaba con la URSS y es un punto de entrada a China.
 
La participación de la superpotencia americana y de la ONU en la guerra, protegiendo a Israel, provocó que los países árabes, en solidaridad con Egipto y Siria, organizaran un embargo petrolero en 1973 y 1974.
Desde la década de los 70, Israel no sólo se convirtió en un agente de Estados Unidos, sino que se creó un vinculo simbiótico entre los dos países. Gracias a la influencia que tiene la comunidad judía en Estados Unidos, principalmente en el capital financiero concentrado en Nueva York, el gobierno estadounidense también ha tenido que ceder y acomodarse a los intereses israelíes.
 
En 1982 estalló un nuevo enfrentamiento de Israel contra Líbano y la OLP, el cual se ha mantenido hasta la actualidad. En la década de 1990 se firmaron una serie de tratados con el objetivo de mantener una estabilidad en la zona. El primero y más importante fueron los Acuerdos de Oslo, en los cuales se fundó la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que administra los territorios de los palestinos: Cisjordania y la Franja de Gaza.
Israel y la ANP se reconocieron como estados legítimos y prometieron detener los enfrentamientos; sin embargo, las tensiones continuaron y se reavivaron cuando el exmilitar israelí, Ariel Sharon, se convirtió en el primer ministro de Israel en 2006.
 
Aunque Yasser Arafat, líder de la OLP desde 1966 y primer presidente de la ANP, realizó una serie de medidas para poder llevar a acuerdos con el primer ministro israelí, este ultraconservador político se negó y realizó una serie de incursiones menores pero continuas sobre la Franja de Gaza y Cisjordania. Tras la muerte de Yasser Arafat (2004) el grupo político, militar y religioso Hamás tomó el poder en 2007 y tiene como fin unificar los actuales territorios de Israel, Cisjordania y la Franja de Gaza bajo un Estado árabe.
 
Esta situación, junto con una serie de gobiernos expansionistas en Israel, provocaron que el conflicto se volviera a intensificar estallando en 2008 la Guerra de Gaza, en la cual el ejército israelí bombardeó el territorio de la Franja de Gaza con el pretexto de atacar las bases militares de Hamás.
El último enfrentamiento fuerte fue cuando Israel declaró el inicio de la operación Pillar of Defense, tras eliminar a Ahmad Jaabari, ex jefe máximo de operación de la sección armada de Hamás. Se lanzaron más de mil proyectiles sobre la ciudad de Gaza y la cifra de palestinos muertos se fue de 133.
 
El gobierno sionista busca presionar a Hamás para que cese los ataque continuos con cohetes, pero el grupo se rehúsa hasta que se le retire el bloqueo militar y económico que sufren los palestinos desde los 90.
 
Este conflicto es sumamente complicado y ha provocado un debate muy duro llevando a declaraciones demasiado extremistas sobre las dos partes. En el caso de los sionistas y quienes apoyan al estado de Israel, las acusaciones sobre los palestinos los tachan de terroristas, generalización que se ha impuesto sobre los musulmanes. Aquellos que apoyan a los palestinos han atacado a los judíos, como una generalización de los israelíes, comparando el conflicto actual con el Holocausto.
Ambas acusaciones son injustificadas, intolerantes y provienen de la ignorancia sobre la situación de ambos grupos.
 
La gente de poder en Israel no son descendientes de las víctimas del Holocausto. La enorme mayoría de las personas que estuvieron en un campo de concentración o que perdieron sus familias durante la persecución nazi, eran campesinos, intelectuales o pequeños comerciantes. Los banqueros no sufrieron, más que acaso pérdidas monetarias. Si las personas que sobrevivieron este periodo apoyaron la formación de Israel es porque la causa sionista se convirtió en el único recurso que les podía brindar un hogar y una identidad.
La gente de poder en Israel son descendientes de los judíos ingleses y rusos, cuyas familias adineradas compraron terrenos en el territorio que actualmente forma el Estado sionista. Son gente que en sus veintes participaron en las primeras guerras y que guardan un gran resentimiento contra los palestinos.
 
Es por esto que no tiene un real punto de comparación el Holocausto con las ataques contra los palestinos. No es menos o más grave, simplemente son diferentes momentos históricos, diferentes personas y diferentes tipos de violencia.
 
Y aunque la mayor parte de la población israelí apoya la actual operación militar es porque ven a los palestinos como una constante amenaza y su visión se reduce a su sufrimiento individual, cegándolos de la magnitud del conflicto y haciéndolos inmunes al sufrimiento de los palestinos. En este sentido cabe aclarar que la ocupación de los territorios palestinos es algo con lo que gran parte de los israelíes no comulgan.
 
En contraparte, el pensar a los palestinos como terroristas es generalizar los atentados que ha realizado un grupo extremista que tomó el poder del territorio no hace más de 10 años, y es no comprender la injusticia económica, política y militar que viven.
 
En realidad, uno de los principales líderes en la historia, Yasser Arafat, intentó por mucho tiempo llegar a un acuerdo definitivo por la vía diplomática, lo que le valió el Premio Nobel de la Paz en 1994.
 
La complejidad de este conflicto es lo que lo hace tan intenso y tan difícil. Sin contar las guerras históricas que se remontan desde el expansionismo árabe en el siglo VII y si se quiere, desde la consolidación del reino de Israel en la época de los jueces y los reyes, específicamente con los enfrentamientos entre el rey David contra los filisteos (también llamados pelestes), la guerra Israel-Palestina involucra choques religiosos, ideológicos, políticos y económicos, tanto internos como externos. Reducir esto a los juicios de valor de “terrorismo” y “genocidio” es crear prejuicios y no hacer un análisis crítico sobre el problema.
 
No hay que olvidar que quienes sufren, quienes pierden a su familia y su casa, quienes mueren, son las personas, no los “pueblos” ni las “religiones”, conceptos abstractos que crean generalizaciones, las cuales, si no se toman con cuidado, pueden llevar a una intolerancia irracional. Para poder comprender los conflictos humanos hay que partir de la empatía, nunca de los prejuicios.