Seguidores del Blog:

Previsión del tiempo

viernes, 9 de marzo de 2012

Violencia estructural

Hay una violencia estructural que obliga a las mujeres a abortar contra su voluntad, una presión social que les impide a las mujeres tener hijos y las empuja hacia el aborto contra sus propios deseos. Eso ha dicho el ministro de Justicia, señor Alberto Ruiz Gallardón, para justificar por qué va a cambiar la ley del aborto y va a reducir las posibilidades de la mujer de ejercer ese derecho. El razonamiento tiene una lógica compleja así que para clarificarla es justo y necesario que apliquemos la más estricta lógica.
 
Según el ministro, muchas mujeres no abortan porque quieran sino porque la sociedad y las circunstancias se lo imponen. Es decir, que hay muchas mujeres que no tienen voluntad propia porque hacen aquello que se les dice no aquello que desean. De ello se deduce que hay muchas mujeres que someten sus cuerpos a la violencia de interrumpir su embarazo porque se dejan llevar, se dejan arrastrar porque ellas no deciden por sí mismas. Pero esta falta de carácter no afecta a todas: las mujeres sin voluntad son aquellas que abortan, al menos algunas de ellas. A pesar de esa violencia estructural, hay mujeres que deciden completar sus embarazos. Ergo: las mujeres que abortan son más sumisas y tienen menos carácter, pobrecitas, que las que dan a luz. Ergo: hay mujeres que son más mujeres que otras, las que tienen hijos (según el razonamiento del ministro).
 
Si bien no lo ha aclarado apenas, deducimos que la “violencia estructural” a la que se refiere el ministro son los problemas de conciliación de familia y trabajo, los despidos de mujeres por embarazo, las dificultades para encontrar empleo en edad de procrear y demás violencias contra la mujer que tiene nuestro sistema. Como ya hemos concluido, esto lleva a muchas mujeres con escasa voluntad a arrastrarse hasta las clínicas abortivas. Para evitar esta violencia estructural el ministro promueve una reforma. Pero no una reforma que proteja a la mujer ante los abusos ni una reforma que fomente el empleo de mujeres ni tampoco una reforma que permita conciliar, no, no una reforma que acabe con la violencia estructural, no,  una reforma de la ley del aborto que reduzca los casos en los que se puede abortar. Es decir, una reforma que proteja a la mujer de sus propios abusos contra sí misma y contra el irrenunciable deseo de dar a luz, una reforma que proteja a la mujer sin voluntad de su propia falta de voluntad, una reforma que ponga límites a la mujer no a la violencia estructural. Que la mujer no puede procrear porque el sistema se lo impide: impidamos a la mujer abortar, ya que el sistema no lo vamos a cambiar, impidámosle su violencia inconsciente. El sistema sí puede ser un aborto, el sistema sí tiene derecho a abortarte. La mujer, no tanto.  
 
Ergo: la mujer lo que tiene que hacer es parir y quedarse en casa para cuidar a sus niños ya que no podrá conciliar ni encontrar empleo. Así cumple con el papel que le está destinado y salvaguarda los valores tradicionales que son quedarse en casa para criar a los hijos y cuidar de las tareas del hogar, como viene a decir en su libro otro ministro, el ministro de educación, Wert que te quiero Wert.
 
En conclusión, es mejor que los ministros decidan por esas mujeres que no tienen voluntad para decidir por sí mismas y se hacen daño sin querer. Eso no es violencia estructural contra la mujer. Qué va.

Autor: Javier Gallego en http://blogs.rtve.es/